Para el imaginario popular y viajero, Granada es y será siempre la ciudad de la Alhambra. Como uno de los monumentos más visitados de España, e incluso de Europa, es normal que la residencia de los monarcas nazaríes eclipse el resto del extenso patrimonio que atesora la capital de la Andalucía Oriental.
Tres joyas desconocidas de Granada
Por ese motivo y con el objetivo de que en tu próxima visita a nuestra ciudad descubras algo más sobre la historia y el arte granadinos, aquí te traigo tres joyas desconocidas de la ciudad de Granada.
La Casa de Zafra
Abierta al público en 2014, esta mansión hispano-musulmana data del siglo XIV y conforma la única muestra de arquitectura civil privada de época árabe que ha llegado hasta nuestros días. No se sabe a ciencia cierta a quien perteneció, pero es más que probable nos encontremos ante la residencia de una familia nazarí acomodada, muy próxima a la corte real. Podemos imaginar perfectamente cómo debió ser entrar desde las estrechas calles del Albaicín a esta mansión a través de su entrada en recodo al magnífico patio porticado con su refrescante estanque central.
Además de sus vistas a la Alhambra y su fina arquitectura, la Casa de Zafra muestra también una de los pocos ejemplos de frescos musulmanes en España. Unos bellos motivos florales y jarrones pintados directamente sobre la pared que contravienen la costumbre árabe de decorar las paredes con yesos y azulejos, como podemos ver en otros monumentos de esta misma época.
La Casa de Zafra alberga también el Centro de Interpretación del Albaicín, en el cual se explica de forma exhaustiva la historia de este barrio Patrimonio Mundial de la UNESCO.
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El Cuarto Real de Santo Domingo
Continuando con la arquitectura musulmana, pero desplazándonos ahora hacia el vecino barrio del Realejo encontramos el Cuarto Real de Santo Domingo.
Una carambola del destino hizo que esta bella muestra de residencia real nazarí llegara hasta nuestros días. En ella habitaban las reinas madres desde el siglo XIII y, tras la conquista de Granada en 1492, este terreno fue vendido a la reina Isabel y fue pasando de mano en mano hasta que fue adquirido por el Ayuntamiento en la década de los años ochenta. Tras una larga restauración en 2015, el Cuarto Real fue abierto al público con todo su esplendor.
El edificio principal ha sido habilitado como zona de exposiciones y en el suelo se pueden ver, bajo cristaleras, restos del antiguo sistema de fortificaciones de época almohade. Pero el verdadero atractivo del Cuarto se encuentra en su qubba. Tras unas enormes puertas de madera y como si de un tesoro oculto se tratase, esta sala con cúpula se abre ante nosotros como una verdadera ventana en el tiempo. Puede que nos recuerde a la Alhambra, pero en realidad, esta construcción musulmana es anterior a los Palacios Nazaríes. Podría decirse que nos encontramos ante la sala que inspiró las maravillas de las salas palatinas de la residencia de los reyes árabes.
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La Fundación Rodríguez Acosta
Abandonamos la Edad Media para pasar de lleno al siglo XX. A principios de la centuria pasada, Granada era un hervidero de pintores, escritores y músicos que dejaron su marca en nuestra ciudad. Uno de ellos fue José María Rodríguez Acosta, pintor excéntrico que, enamorado del Realejo, levantó en la colina que domina este barrio granadino un fastuoso carmen con vistas a toda la ciudad.
Este edificio ofrece una experiencia diametralmente opuesta al resto de monumentos de la ciudad. Su apariencia ya llama su atención: sus torres blancas y eclécticas son visibles desde casi toda la ciudad y su interior es aún más llamativo. El edificio muestra parte de la obra del autor y algunas características arquitectónicas únicas, como el techo desde donde se puede observar a los visitantes sin ser visto o piezas de su colección de recuerdos de viaje.
En el exterior del edificio, una sucesión de jardines, cada uno de un estilo distinto, se conjugan y entrelazan organizándose en una suerte de laberintos en los que evadirse del mundo exterior.
Uno de los puntos más intrigantes del carmen se encuentra en lo más profundo de éste. Bajo la gran estructura del edificio nos topamos con unos misteriosos pasadizos que, según la leyenda, comunicaban la Alhambra y la ciudad baja en época de los árabes y cuyo objetivo era escapar del recinto palatino en caso de asedio. Como buena leyenda, no hay evidencia irrefutable de esto, pero el autor se preocupó de aprovechar estos pasadizos para añadir misterio a su residencia, decorándolos con columnas y frisos de ambientación clásica.
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